¿Ha creado la pandemia la generación más resiliente de todas?
Tras la crisis financiera mundial de 2008, la desilusión, la ira y el pesimismo se generalizaron entre los jóvenes. Con su impacto, la COVID-19, ¿ha creado más desilusión entre los jóvenes o una nueva generación resiliente y preparada para afrontar los grandes retos que se avecinan?
Entrar en la edad adulta nunca es fácil, pero 2021 podría ser uno de los años más difíciles que se recuerden. Por lo general, los riesgos para la salud asociados a la COVID-19 pueden afectar en mayor medida a los más mayores, pero son los jóvenes los que parecen estar sufriendo más las consecuencias sociales y económicas, y enfrentándose a problemas relacionados con la educación, las perspectivas de empleo y la salud mental.
Los adultos más jóvenes están atravesando su segunda gran crisis mundial en una década. Primero fueron las secuelas de la crisis financiera mundial y ahora, una pandemia. El propio Foro Económico Mundial (FEM) ha dado un nombre a esta generación —los “pandemials”— y cree que corren el riesgo de convertirse en la generación doblemente perdida del siglo XXI.
Si eres joven, el futuro parece sombrío, pero ¿lo es realmente? Las estadísticas pueden tener una lectura pesimista, pero no miden la resiliencia, el optimismo, la determinación o la inventiva, rasgos de carácter que pueden contribuir a que esta generación eclipse a las anteriores.
¿Cicatrices permanentes?
Hace una década, la crisis financiera mundial dejó profundas cicatrices en términos de pérdida de oportunidades y desempleo para los jóvenes. En EE. UU., el desempleo juvenil superó el 10,4 % en 2017 y alcanzó un máximo del 18,3 % en 2010, mientras que en la UE pasó del 15,3 % al 26 % en 2013.
En EE. UU., hubo que esperar hasta 2016 para que su tasa de desempleo juvenil alcanzara los niveles previos a la crisis financiera. La UE tuvo que esperar hasta diciembre de 2018. Algunos países de la UE se vieron aún más afectados. En España, por ejemplo, el desempleo juvenil pasó del 18,1 % en 2007 al 55,5 % en 2013, y desde entonces no ha bajado del 30 %.
“La crisis financiera mundial golpeó con dureza a los jóvenes de entre 16 y 24 años”, afirma David Henderson, Director de Recursos Humanos del Grupo de Zurich Insurance Group. “A pesar de tener las competencias y la aptitud necesarias para trabajar, la desaparición de los puestos de trabajo provocó que muchos tuvieran dificultades para conseguir un empleo inicial, lo que se tradujo en una falta de oportunidades laborales, la imposibilidad de adquirir competencias fundamentales y el bloqueo de las trayectorias profesionales”.
Los jóvenes no notaron los beneficios de las ayudas económicas que se otorgaron a los gobiernos; pero sí la presión de las medidas de austeridad, que provocaron dificultades económicas y acrecentaron las desigualdades intergeneracionales y socioeconómicas.
Esta situación fue uno de los factores de desencanto de este grupo de población, que expresó su rabia, decepción y pesimismo en movimientos liderados por jóvenes que ocuparon las calles y las redes sociales.
¿Un déjà vu?
Entonces, llegó la COVID-19. Las nefastas perspectivas económicas regresaron a escena. Una vez más, los jóvenes fueron los primeros en perder sus empleos dado que trabajaban en los sectores más afectados por la pandemia, como el sector servicios y el manufacturero, a menudo con contratos a tiempo parcial o temporales con una protección limitada.
Sin embargo, esta vez surgieron nuevos problemas, como la interrupción de las oportunidades académicas y de formación, el aislamiento social de los compañeros y el deterioro de la salud mental. Desde el comienzo de la pandemia, el 80 % de la población infantil y juvenil de todo el mundo ha visto cómo su salud mental se ha visto afectada ha visto afectada.
A lo anterior se suman los retos relacionados con el cambio climático y la disrupción social causada por la digitalización, así como con un panorama laboral que se está transformando y automatizando gracias a las tecnologías de IA (Intel, lo que podría reducir las perspectivas de empleo.
Estos problemas podrían llevar a la formación de movimientos juveniles aún más radicales que los surgidos tras la crisis financiera mundial de 2008. De hecho, la Encuesta de Percepción de Riesgos Globales del FEM incluye la “desilusión generalizada de los jóvenes” como una amenaza crítica para el mundo que podría “desafiar a las frágiles instituciones nacionales o incluso desestabilizar por completo los sistemas políticos y económicos”.
Pero en lugar de ira y desilusión, la encuesta mundial sobre la juventud y la COVID-19 de la Organización Internacional del Trabajo reveló algo diferente. Se encuestó a 12.000 jóvenes (de entre 18 y 29 años) de 112 países y se descubrió que el 35 % se siente optimista respecto al futuro con frecuencia o en todo momento. Otro 35 % se siente optimista en ocasiones.
David Henderson
Además, a pesar de los retos mencionados, el 40 % tiene confianza en sus perspectivas profesionales. Solo el 16 % tiene miedo. No obstante, el optimismo y la confianza por sí solos no serán suficientes.
“Los sectores público y privado deben invertir en la mejora de la educación y la formación para garantizar que los jóvenes desarrollen las competencias adecuadas para prosperar cuando salgamos de la pandemia”, afirma Henderson. “Esta medida debería incluir la formación profesional y en el puesto de trabajo, así como proporcionar a los jóvenes las cualificaciones digitales y la tecnología necesarias para participar en la Cuarta Revolución Industrial en lugar de verse amenazados por ella”.
Permitir que los jóvenes forjen la recuperación
Ayudar a los jóvenes a prosperar tras la pandemia no será suficiente. Quieren forjar la recuperación mundial y liderar el cambio. El hecho de que las voces de los jóvenes no se escuchen en los Gobiernos, las empresas y las grandes organizaciones, podría llevar a que se hagan realidad los temores del FEM en cuanto a la desilusión generalizada de estas generaciones.
“Los jóvenes siempre han sido agentes de cambio, y su positividad respecto a un futuro mejor ha sido a veces revolucionaria. Ahora tenemos que aprovechar su resiliencia y su deseo de hacer del mundo un lugar mejor”, explica John Scott, Director de Riesgos de Sostenibilidad de Zurich.
La encuesta The Deloitte Global Millennial Survey 2020, en la que participaron 27.500 jóvenes, tanto antes como después del inicio de la pandemia, descubrió que esta ha reforzado su deseo de impulsar un cambio positivo en sus comunidades y en todo el mundo.
John Scott
Tres cuartas partes afirmaron que la pandemia puso de manifiesto nuevos problemas y les hizo empatizar más con las necesidades de los demás. La misma proporción afirmó que les había motivado a tomar medidas positivas para mejorar sus propias vidas. El cambio climático fue la principal preocupación tanto antes como durante la pandemia. Si los jóvenes siguen teniendo presente la problemática del cambio climático mientras viven una crisis sanitaria y económica mundial, seguramente todos podremos hacer frente a esta amenaza.
“Los jóvenes se enfrentan a algunos de los retos más difíciles que se ha vivido desde la Segunda Guerra Mundial”, apunta Scott. “La juventud de 1945 creyó en la paz tras una devastadora guerra mundial. Este optimismo contribuyó a hacer del mundo un lugar mejor. En la actualidad, nos enfrentamos a una crisis existencial diferente: el cambio climático, así como a las grandes oportunidades de la Cuarta Revolución Industrial. Una vez más, debemos permitir que los jóvenes aprovechen las ventajas de la tecnología, sean más conscientes del medio ambiente y nos muestren el camino para hacer del planeta un lugar más sostenible en el que vivir”.
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